Eso es lo que le ocurrió a Marta, una propietaria de una casa en Madrid que estaba harta de no poder elegir la temperatura de su hogar, ya que este tema se decidía siempre en las reuniones de vecinos porque tenían la calefacción a gas natural centralizada.
Pero Marta, cansada de pasar siempre demasiado calor en su casa, de tener puesta la calefacción (con el gasto que conlleva) incluso cuando no estaba, y de vivir, en definitiva, a expensas de lo que querían sus vecinos, dijo basta. Marta propuso quitar la caldera común y que cada uno se instalara una caldera a gas natural individual, de la que fuera el único dueño y señor.
El problema: convencer a los vecinos
¿Cuánto va a costar el cambio?, ¿necesitamos nuevos radiadores?, ¿qué obras hay que hacer en casa?,… Esas eran algunas de las preguntas que escuchaba Marta en las reuniones, pero tras una charla informativa en la que pudieron conocer las ventajas de la descentralización y constatar que la instalación era muy sencilla, ya que las calderas individuales se podían conectar al circuito de radiadores que ya tenían instalados, todos estuvieron de acuerdo.
Además, al quitar la caldera centalizada ganaron mucho espacio, y decidieron reconvertir la antigua sala de calderas en un local común para que todos los vecinos pudieran celebrar los cumpleaños de los niños y otros eventos familiares.
¿Cuáles fueron los beneficios de la descentralización de la calefacción para Marta?
• La libertad de decidir la temperatura a la que quería poner su casa para disfrutar del ambiente perfecto para ella y su familia.
• La libertad de elegir cuando encender o no la calefacción a gas natural.
• Y un ahorro considerable a fin de mes, al pagar únicamente en función de su consumo.
Y como ella todos sus vecinos, ya que según nos dice “han pasado meses sin quejas de ningún tipo, ya que a fin de cuentas, el beneficio ha sido para todos, sin excepciones”.